martes, 15 de noviembre de 2016

Ejemplo de comentario de texto narrativo


Los dos últimos días ha llovido continuamente. No hemos podido ir a la playa. Ahora, que ha cesado la lluvia, acompaño a mi padre a recoger caracoles en un bosquecillo cercano, al otro lado de los raíles del ferrocarril.
Hace mucho calor. Me paro, para refrescarme la cara, junto a la balsa redonda de una masía. El agua está fresca y es muy agradable dejarla correr por la frente y las mejillas. De pronto veo una abeja que aletea en la superficie de la balsa sin poder levantar el vuelo. He visto decenas de ellas en otras ocasiones sin que me pasara por la cabeza hacer algo para salvarlas. Más bien, a menudo, he contribuido a que se hundieran en el agua, y lo mismo he hecho con hormigas, moscardones y otros bichos. Pero esta vez, sin saber por qué, cojo una ramita para rescatar a la abeja. Cuando la deposito en el borde de la balsa, la abeja apenas mueve las alas y las patitas. Luego lentamente se recupera a medida que su cuerpo va secándose. Reemprende el vuelo en el mismo instante en que mi padre me llama para proseguir la marcha. Voy a su encuentro, contento con la posibilidad de contarle mi hazaña. Entonces siento un dolor punzante en el brazo y me doy cuenta de que la abeja se separa de mi piel, alejándose.
Reprimo el grito de rabia porque mi padre está cerca. Cuando nos juntamos, él examina la picadura que le muestro y me pide que orine sobre la tierra del camino. Dice que obtendremos fango para calmarme el dolor. Hago lo que mi padre me ha pedido y recojo la tierra mojada, con bastante vergüenza, para aplicármela en la picadura. Insisto en hacerlo yo pese a que él se acerca para ayudarme. Estoy furioso con la abeja y pregunto si es verdad que las abejas se mueren después de picar a alguien. Cree que sí, pero no está seguro.
Cuando el dolor se calma, proseguimos nuestro camino hacia el bosquecito. Ya no tengo ganas de ir a buscar caracoles y, contra mi voluntad, me pongo a llorar. Mi padre me dice que no tengo por qué llorar si el dolor se ha calmado. Me enfurezco contra mí mismo y, como no puedo dejar de llorar, le cuento lo que ha sucedido en la balsa para justificar mis lágrimas. Comenta:
—No es para tanto.
(Rafael Argullol, Visión desde el fondo del mar, 2010)

En este texto se nos relata la anécdota de un niño que da un paseo con su padre por un bosque. Encuentra a una abeja ahogándose en una charca y decide salvarla poniéndola en tierra. Pero la abeja se lo agradece picándole en un brazo. El muchacho se queja a su padre, que le ayuda. Cuando finalmente el dolor desaparece es cuando el muchacho no puede evitar romper a llorar. Pertentece a la obra Visión desde el fondo del mar de Rafaeel Argullol, autor contemporáneo de narrativa. Este fragmento en concreto trata de la vergüenza que siente un niño al parecer débil. Podemos afirmar que estamos ante un texto narrativo y haremos a continuación un análisis de los rasgos lingüísticos fijándonos en sus elementos característicos: narrador, acción, personajes, espacio y tiempo.

Respecto del narrador, hay que decir que es en primera persona siendo el protagonista el que cuenta la historia. Esto se deduce de la presencia de primeras personas tanto en verbos (“voy”, “hago”) como en pronombres (“me pide”) y posesivos (“mi hazaña”). En cuanto a los personajes, además del narrador, solo aparece el padre, que no está muy definido.  En relación a la acción y la estructura, se puede observar el planteamiento (hasta que le pica la abeja), el nudo (hasta que el dolor se calma) y el desenlace (el llanto).
Uno de los elementos propios de la narración es el espacio y el tiempo. En este fragmento encontramos múltiples escenarios que encuadran la acción como son la playa, un bosquecillo cercano, la balsa… En cuanto al tiempo, observamos que se hace referencia constante al tiempo interno con construcciones como “los dos últimos días”, “cuando el dolor se calma”… En cambio, no se concreta tan explícitamente el tiempo externo aunque podemos intuir que nos encontramos en el último siglo ya que habla de “balsa” y “los raíles de ferrocarril”.

En cuanto a las características lingüísticas, presenta una sucesión de verbos de acción (“acompaño”, “me paro”, “veo”, “reprimo”, etc) en un orden estrictamente lineal, cronológico. Llama la atención que el tiempo verbal que el autor escoge no es el prototípico del texto narrativo, el pretérito perfecto simple, sino el presente (“Hace calor”, “cojo una ramita”, etc.) aunque al inicio contamos con dos verbos en pretérito perfecto compuesto “ha llovido” y “hemos podido” que alertan de la intención narrativa del autor. Con la intención de enmarcar la narración en una situación espacio-temporal observamos numerosos complementos circunstanciales tanto de lugar (“a la playa” “al otro lado del ferrocarril”) como de tiempo (“los dos últimos días”, “entonces”)

En relación con los rasgos estilísticos, da la impresión de que el autor pretende imitar el lenguaje espontáneo y elemental de un niño. Por ello, predominan las oraciones simples y breves (“Los últimos días ha llovido continuamente.”, “No hemos podido ir a la playa.”) que a menudo comienzan con el verbo (“Reprimo…”, “Dice…”, “Hago….”, “Insisto…”).
A nivel pragmático podemos destacar la función expresiva predominante en todo el texto que trata de transmitir las impresiones de un niño. Toda esta intención comunicativa genera una gran coherencia en torno al tema del texto y es cohesionada a través de las anáforas (“dejarla” en línea cinco o “ellas” en la línea 7) y los marcadores discursivos fundamentalmente temporales (“cuando”)

Con todas estas características podemos afirmar que nos encontramos ante un texto narrativo que cuenta una historia en primera persona con una intención estética que hace de este texto pertenecer al género literario, en este caso, de la novela.

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